Guerra de Independencia cubana (1895)

La Guerra de Independencia de Cuba (o la Guerra de 1895) es el nombre con el que se conoce a la última guerra por la independencia de los cubanos contra el dominio español y se trata de una de las últimas guerras americanas contra el Reino de España. La guerra se inició el 24 de febrero de 1895.




El 24 de febrero de 1895 da comienzo la insurrección en Baire, localidad situada a unos 75 kilómetros de Santiago de Cuba. Es la conocida como Grito de Baire. Las autoridades coloniales logran descabezar la insurrección en las cuatro provincias occidentales, con la detención de Julio Sanguily y José María Aguirre Valdés. La metrópoli envía a la isla 9 000 hombres, suspende las garantías constitucionales y aplica censura a la prensa. El 21 de marzo Antonio Cánovas envía otros 7 000 hombres y nombra a Arsenio Martínez Campos, artífice de la Paz de Zanjón, Capitán General de Cuba.
Con la experiencia de la Guerra de los Diez Años, un mayor apoyo de las fuerzas políticas y una mayor conciencia nacional, los libertadores concibieron la campaña "Invasión al Occidente" que tenía el fin de tomar ese sector de la isla. No fue fácil someter el Oriente de Cuba, en donde las fuerzas realistas tuvieron grandes aprietos para contener a los libertadores. Sin embargo, José Martí y Antonio Maceo murieron en la contienda: Martí casi al inicio de la guerra (19 de mayo del 1895) y Maceo en una emboscada al oeste de La Habana (7 de diciembre de 1896).
Entre las muchas victorias obtenidas por los soldados cubanos se destaca el cruce de Trocha de Júcaro a Morón en lo que actualmente es la provincia de Ciego de Ávila, casi al centro del paíscon el objetivo de impedir el cruce de las tropas libertadoras hacia el occidente.
La primera era una cadena de fuertes y tropas realistas que se extendía de El paso de dicha trocha representaba no sólo una necesidad para el cumplimiento de la Campaña de liberación del Occidente, sino además una victoria que demostraría el desarrollo militar de los insurgentes. Generalizada la rebelión en toda la isla, el gobierno central de Madrid destituyó al general Martínez Campos y decidió enviar a la isla al general Valeriano Weyler. Este último llevaría a cabo una guerra atroz en su afan de derrotar a los independentistas cubanos. Con un cuarto de millón de hombres, el general Weyler se propuso acabar la guerra en un periodo de 24 meses. Una de sus medidas sería colocar a los habitantes rurales en campos de concentración para de esta manera privar a los patriotas de la ayuda que el campesinado cubano le brindaba al ejército libertador. Se calcula que murieron unos cien mil cubanos en dichos campos de concentración debido al hambre y las enfermedades, en su mayoría ancianos, mujeres y niños. Pero a pesar del incremento constante de tropas españolas, la política de reconcentración y la abrumadora superioridad de su ejército, Weyler fue incapaz de derrotar a los patriotas cubanos. Estos, conocedores del terreno y movidos por el espíritu independentista llevaron a cabo una eficiente guerra de guerrillas que consistía en operaciones ofensivo-defensivas que fueron desgastando al ejército español paulatinamente sin que este pudiera obtener resultados favorables, a pesar de contar con los mejores medios militares como líneas de fortificación, ferrocarriles, vigilancia de las costas y el armamento más moderno de la época. Para finales de 1897, el gobierno español se encontró con las arcas vacías de dinero y con un ejército agotado por las enfermedades tropicales y la implacable resistencia de los cubanos. Madrid decidió finalmente destituir a Weyler, tanto por el costo político de su modo de hacer la guerra, así como por su fracaso militar al no poder derrotar a los rebeldes.
Para comienzos de 1898 el ejército español apenas controlaba las principales ciudades costeras, los cubanos ganaban cada vez más y más terreno y el gobierno colonial no contaba ya con los recursos para seguir costeando la guerra. El gobierno de Los Estados Unidos reclamaba que la guerra afectaba sus intereses y le exigió a España reformas para lograr la paz. El gobierno colonial le otorgó a Cuba la autonomía, e inició una serie de reformas políticas y declaro un armisticio, pero los patriotas cubanos declararon que ya era demasiado tarde para un arreglo pacífico y aseguraron que solo se detendrían hasta lograr la independencia. Las tropas independentistas vislumbraban la victoria final cuando la guerra tomaría otro rumbo: el acorazado estadounidense Maine, que estaba de visita en la Bahía de la Habana, explotó. Ante esta situación Estados Unidos acuso a España de agresión y anunció una guerra inminente. Ante la amenaza, el Capitán General de Cuba, Ramón Blanco, le propuso al General Máximo Gómez, líder de los rebeldes, una alianza para enfrentar a los norteamericanos. El general Gómez se nego rotundamente y recibió órdenes del gobierno rebelde de apoyar al ejército estadounidense para lograr finalmente la expulsión de los españoles de Cuba.

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